Crónicas de Mozambique

En 2003, me hundí en el África oscura y dibujé algo de lo que sentía y veía, estando en tierras movedizas; estas crónicas, sin intención de serlo, me sirvieron para llegar en palabras negras sobre mi fondo blanco, a mi Padre, familia y amigos... Y me forzaron a hundirme en el barro y liberar sentimientos al desnudo sin mirarlos; mientras, el tiempo marcaba las letras con muerte y vida, inundado con la esencia paradójica africana, del caos y el ritmo de tronco hueco en armonía. rumifilo©

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  • sábado, enero 10, 2004

     

    Crónicas de Mozambique y 2



    Crónica de Mozambique y 2. 30Dic-10Ene.2004

    ¡Hola de nuevo!

    Ayer hablaba de África con un Español, que lleva 20 años viviendo entre Congo, Senegal y Mozambique, y me decía que lo que sintió a piel los primeros días, sigue siendo su mejor percepción de los países donde ha vivido en estos años.
    Al ir entrando en el día a día, se acaban aceptando y dejando de ver demasiadas cosas; que cuando te vas y alejas de la tierra africana, sientes que aquello que hace años percibiste, era seguramente la mejor acuarela posible para nuestros ojos, sensibles solo al blanco y negro.
    A lo mejor, su idea es aplicable a cualquier otro lugar del mundo, siempre que seas un buen pintor… quizás.

    Pero no se si funcionaría lo mismo en cualquier localización, su otra comparación sobre estas tierras, en la que me comentaba, que África es equiparable al ciclo malárico, es decir:
    Hace falta un parásito que son: “la élite de africanos que se lucra (pequeña y endémica)”.
    También, portadores anofeles que serían: “los colonizadores extranjeros, primero físicos y después económicos”.
    Y finalmente, un cuerpo al que parasitar: “la mayoría de los pobres habitantes”.

    La excepción en la claridad o locura de este hombre (no olvidemos 20 años…), no deja de ser premonitoria de una cierta confusión por parte de las cosas más simples que aquí se dan.

    El día 30 decidimos, junto a una amiga conocedora del lugar y su gente, cruzar 40km escasos de mar y pasar el final de año en una isla famosa para los habitantes y turistas de Maputo, Ilha Inhaca, en su alrededor se extiende alguno de los arrecifes coralinos más septentrionales del mundo.
    Esta isla pequeña, robada por la tectónica al continente, tiene una forma de herradura, y gratamente me sorprendió la variedad de ecosistemas que la forman, manglar, dunas, matorral bajo, cubierta subtropical, arrecife, además de plantaciones y la distribución en 3 aldeas de un número de pobladores no mayor de los 5.000.

    Dicen que aumentó su población en los años de guerra, buscando refugio, pero lo cierto es que a pesar de ello no parece tan dañada, al menos como después de ver las costas de Maputo uno se podría imaginar erróneamente.
    Las playas que rodean Inhaca son un placer: Arena similar al pan rallado, salpicada de conchas preciosas nacaradas, poca gente o ninguna, un mar tranquilo y transparente. No es de extrañar que las tortugas marinas, se acerquen a desobar en estas playas, y parte de la isla sea reserva marina y terrestre.

    El mar todavía a pesar de la pesca local, mantiene una riqueza apreciable, comparativamente a otros mares como el caribe, pero todo llegará a degradarse porque las medidas para que no pase, no pasan.

    Aunque la cara oculta de este pequeño paraíso cercano existe; y es un hotel ya construido allá por los años 60, durante la colonia portuguesa, y múltiples veces rehabilitado con cambio de gerente y nacionalidad que lo controla, aunque nunca mozambicana.
    No son tantas las plazas hoteleras (200-300), ni el daño paisajístico, pero sí, el uso abusivo del agua y el control del suelo en el entorno, y la dependencia sin la adecuada contraprestación a una población demasiado desarraigada y expectante de un turismo que no se acerca ni a compartir, ni a cruzar un saludo en portugués, en inglés o manual con los residentes, demasiado lejanos a unos metros de distancia. (por eso se extrañaban cuando nos veían siempre paseando)

    Supongo que, por la gracia del Hotel para sus bien vestidos huéspedes, hubo una lluvia de fuegos artificiales por encima de las posibilidades de la isla, el 31.

    Pero mientras en el borde de la piscina, con botellas de champan en la mano, los blancos bien comidos miraban y brindaban la entrada del 2004, el resto de los habitantes en negro, (con nosotros y nuestra amiga como lunar) saltaban y gritaban a la lluvia de la polvora explotando (virtualmente sobre las cabezas) con latas de cervezas para regar la noche, igualmente espumantes.

    En la línea del horizonte marino aparecían a la vez, como pequeños hongos, los fuegos de la capital no tan lejana, como por orden de la casa Disney.

    Los niños gozaban, la gente joven gritaba y los mayores bailaban, parecía que uno volvía a descubrir los fuegos de artificio, en ojos de nuestros compañeros de final de año.
    Entre tanta algarabía, sobraba el alcohol que se volvía pesado en bocas de unos jóvenes consumidores demasiado niños, claro, que nada que asuste a unos ex-moradores de las zonas del botellón por excelencia.

    La gente nos felicitaba el nuevo año, sobre todo los borrachos en su balanceo pendular, anunciando caídas en la cotización del dólar/euro, mientras se dirigían a las cargadas barracas para sorber el elixir, del todo es fácil, (aquí cerveza 2M) y así hasta el amanecer.

    Pero cuando la playa se vació al vaciarse el cielo de estrellas costosamente coloreadas, y la espera de lo tradicional se había desvanecido robada por ritmos de moda occidental, la magia surgió en el canto acompasado de algunas mujeres que con crianças en sus capulanas (tela estampada, tipo pareo) anudadas en forma de mochila, venían marcando el son-son de un ritmo africano en su forma y lengua tradicional (Shangana), cuando las oí, les respondí con un “gracias” en su idioma: “CANIMAMBO” haciéndolo sonar al ritmo que traían, y en un abrir y cerrar de ojos, nos rodearon las madres y niños mayores, cantando en repetición mucho más armoniosa mis réplicas escuchadas en las películas blanco y negro de Tarzán… y funcionó, y sonaba incluso bien. (A nuestros oídos por lo menos)
    (El portugues lo hablan bien, un 26% de mozambicanos en ciudad y 1,5% en áreas rurales)

    Después nos esperaba el recinto lleno de Palhotas (chozas de cañizo), donde la familia del Señor Sensao nos había acogido en la isla de Inhaca, para dormir en los días siguientes. (un 94% de mozambicanos viven en Palhotas, con una media de 3ó4 personas en cada una, y sin ni siquiera este alojamiento un 3,5% más)

    La vida de la familia Sensao, no es muy movida, él trabaja en el hotel desde hace 34 años (en Marzo), y el terreno pertenece al hotel (temporalmente cedido), no era cedida el agua, como a nadie en la isla, y el medio de recogerla era por una bomba manual y pozo en mitad de la calle, agua salina y color marrón, seguramente mezclada con los residuos de los pozos negros que son la forma de crear letrinas entre cuatro paredes de cañizo, este agua portadora de cualquier cosa menos salud, no se bebe(al menos la familia Sensao), pero sirve para lavar, aclarar, lavar dientes, y mil usos más, además de ducha con cazuela.
    Hay otra más transparente y preciada como escasa, posiblemente potable.
    (Solo un 9% de población ¡en ciudades! tiene agua corriente en casa, existe un 66% de población en el país que ni siquiera goza de una letrina tipo agujero ¨Sr. Sensao¨)
    La vida pasa para los niños como un juego constante entre muchos meninos vecinos y cantos escuchados: “Papapámalaa, Asi asímalaaa” como solían despertarme cuando cogieron confianza, algo que hicieron el primer día.
    (Sin olvidar que el 28% de los niños entre 7 y 14 años participan en las actividades laborales)

    Para los adultos, es un estar tumbado en una esterilla, que hace las veces de cama y mesa y plaza; eso no quiere decir que no hagan cosas, al contrario seguro que las hacen, pero siempre habrá alguien en la alfombra de cañizo guardando el lugar, también lo harán los dos perros y sus parásitos, mientras los gallos no pararán de pisar gallinas, y pájaros que no ves se esconden entre cópas cargadas de sombra, llamándose entre ellos.

    Los paseos eran limitados a los hijo-as más jóvenes, hacia las barracas (bares con barullo, baile y socialización) lejanas unos 50 metros de nuestra temporal vivienda, cuando a partir de las 20 horas la oscuridad ya es profunda.

    Solo una noche cubrieron los relampagos la recién llegada electricidad y la lluvia a los bafles vecinos, y los truenos dramáticos hicieron temblar el chambao. Las barracas callaron. Nosotros hacia tiempo que no hablábamos.

    Comíamos con placer el arroz aderezado con judías, que con buen gusto y más arte que cantidad nos preparaban, entre sonrisas nuestras anfitrionas, en una cabaña que como fogón quemaba palitroques de leña que recogen cada mañana.(Las mujeres)

    Pero a menudo buscábamos también el restaurante “Lucas” donde perdíamos la vergüenza a reconocer nuestro destino más afortunado, entre una cerveza helada, marisco y pez recién pescado, o aún mejor, llendo al cuarto de baño con taza y papel.
    Y más de una noche busqué, las llaves y el baño que Lucas me ofrecía con sonrisa comprensiva ante mis urgencias.

    A los tres días, descubrimos que el aparente resfriado de una de las cuñadas del señor Sensao y bebe, más otros dos hijos mayores, es decir aquellos que reposaban más de la cuenta, se debía a una posible malaria, posible porque, ni el test se podían hacer (no hay laboratorio), y el doctor de la isla, sin más análisis que su ojo, recetaba paracetamol y cloroquina, como remedio sin más medios.

    Considerando que los mosquitos, (como el 44% de los hombres y el 74% de las mujeres en Mozambique), son analfabetos (pican las hembras), pues no entendían las instrucciones de los repelentes (relec, mosiguard …) para ellos fabricados, haciendo de la noche un banquete y cebándose en los invitados blancos.
    La diferencia es que nosotros tendremos en unas semanas los test a nuestra disposición para verificar la infección de plasmodium, y tomar algo más que aspirina si fuese el caso.(Suele tardar apróx. 21 días en la incubación)

    El hotel es buena prueba de lo que el sistema capitalista a pesar de ser en su propio beneficio,y por la salubridad de sus clientes, no hace por mezquindad.

    Y esto podría ser, ofrecer medios para controlar la malaria y su transmisión, sería básico considerando que sus empleados viven en condiciones como las descritas o peores, y son ellos sin embargo los que pasean y sirven a los honrados huéspedes, y los mosquitos tampoco entienden de vallas ni vigilancia, solo pican, sin distinción de clase o color.

    Los terrenos del hotel, son focos de posible cólera y seguro que de infecciones varias, fáciles de contraer por cualquier visitante, considerando la falta de estructuras básicas y necesarias fuera del recinto, por otro lado, fácilmente financiables, igual que lo fueron los fuegos artificiales.

    Cada noche por persona, supera el precio de 150-200$, sin contar extras o copas, sin embargo un test de malaria, escasamente 2$ persona, no olvidemos que la malaria mata más que el SIDA en Mozambique.
    Puede resultar paradójico que nuestra contribución a los locales de la isla, aún suponiendo un 10% del coste en el hotel, dejáse 10 veces más beneficios relativos por persona en la aldea, que nuestros vecinos con pajarita.
    (Los datos dados sobre costes y beneficios son discutibles, la realidad descrita, esencialmente no)

    Además la gente de la isla está atrapada, viajar a Maputo es una aventura peligrosa en barcos de pescadores sobrecargados durante casi 5 horas de singladura por encima de la línea de flotación y es lo único que se pueden costear, considerando que usar un barco para turistas, les supondría 2 meses de salario y no digamos coger el avión! porque hay 2 vuelos diarios, si queréis venir.

    La isla tiene un mercado al abierto, de cemento, con docenas de puestos (seguro que un regalo de mal gusto del Lodge…), aunque no más de seis se llegan a ocupar, por una oferta mínima, de mala calidad y más cara que en Maputo.

    Y no hay turistas a los que vender (se encierran en su piscina) ni nada que ofrecerles si saliesen. Ya lo tienen todo en el Hotel.
    En general el pescado de calidad se exporta fuera del país (el capitán pescanova, ronda por aquí), y se importa pescado para la población (no de primera), igual que se importa el tomate desde Sudáfrica o el pollo congelado, todos ellos alimentos básicos para los mozambicanos.

    Nosotros paseamos sin pudor dentro del hotel (somos blancos) camino a la playa, y a la vuelta para perder la arena en la piscina y darnos un baño de agua dulce robada. Todos nos sonríen dentro de “Inhaca Island Lodge”, somos occidentales y bronceados, las medidas de seguridad solo para negros, los vigilantes nos saludan al pasar: “Boa tarde Senhor, obrigado (¿obligado?)”

    Decidimos atravesar el último día, el interior de la isla a pie, para llegar al centro biológico y museo, y durante el camino a uno se le olvida todo lo anterior, me concentro solo en las plantas y riqueza de la isla que salta a la vista, los pájaros, frutos y el paisaje se muestra soberbio, con la bahía interior al fondo.
    Me encuentro después de unos pocos kilómetros en una playa enfrente de un arrecife coralino donde vi pasearse, el día anterior, a la manta raya, esconderse al pez escorpión entre las rocas, acercárseme peces loro grandes y abundantes, y otras decenas de habitantes ya conocidos en otros mares igual de cálidos y vivos.

    Extiendo mi hamaca de viaje entre dos arboles a pie de playa y dejo que el ruido del mar arrulle una siesta española a orillas de un posible paraíso donde hubiese merecido la pena perderse, acabando esta vez mi postal en Sol menor, mientras el plasmodium incuba en mi sangre blanca hasta la próxima crónica.zzzzzzzzz

    Rumifilo

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